Cuán feliz aquel que huye

¡Cuán feliz aquel que huye
Del consejo de maldad,
Y en sendero de pecado,
Con valor, rehúsa andar!
Ni se ve jamás su silla
Junto al escarnecedor,
Antes cifra su delicia
En la santa ley de Dios.

Meditando noche y día
En ella, pronto ha de ser
Como el árbol que enraíza
De las corrientes al pie.
Fruto dulce y sazonado,
Entre verdor perennal,
Mostrará y cuanto hace
Prosperado se verá.

No así el hombre malo:
Como el tamo será él,
Por el viento arrebatado
Y llevado a perecer.
No se alzarán los malos
En el juicio del Señor,
Ni los siervos del pecado
En la fiel congregación.

El Señor mira los justos
Y conoce su heredad;
Mas la senda de los malos
En su día juzgará.
¡Cuán feliz en tus caminos,
Por tu gracia, puedo ser!
¡Dame, oh Dios, honrar tu Nombre!
¡Dame, oh Dios, amar tu Ley!
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