Hoy sin recio alguno ofrezco
Vida eterna y paz sin fin,
Si tus culpas confesando,
Te acercas confiando en mí.
Ven, pues, ven ya sin tardar,
Afligido pecador,
Échate en los tiernos brazos
Del amante Salvador.
Mas si su voz despreciaras
Y en las sendas de maldad
Sigues, ¡oh alma descuidada!
Rechazando su bondad.
Con inútil llanto un día
Clamarás al Salvador,
Pues será tu eterna suerte
Llantos, penas y dolor.
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