Mi espíritu en tus manos
  ¡Mi espíritu en tus manos
  Divinas encomiendo! …
  Así en la cruz muriendo
  Clamaba el Redentor.
  El alma así abandono
  A la clemencia pía:
  No temas, alma mía,
  que vas de Cristo en pos.
 
  ¡Dios Padre! tus decretos
  Bendigo a cada hora;
  Mi voluntad adora
  Tu santa voluntad.
  Anhelo complacerte
  A ti no más, Dios Santo;
  Si lloro, con mi llanto;
  Si río, con mi paz.
 
  Me elevo a ti siguiendo
  Del Mediador las huellas,
  Clavando siempre en ellas
  El vacilante pie.
  ¿Qué más seguro guía,
  En áspero camino
  El débil peregrino
  Pudiera apetecer?
 
  Mi cuerpo, vida y alma,
  Mis lágrimas, mi duelo,
  Son del autor del cielo,
  Del mar y de la luz.
  Son tuyos mis cuidados,
  Y son, en cambio, mías
  Las dulces alegrías
  De mi Señor Jesús.
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