¿Oyes cómo el evangelio,
Al cansado ofrece paz?
Pues segura, oh alma mía,
La promesa a ti se da;
Bien alguno en mí no veo,
Corrupción tan sólo hay;
Yo cansado y afligido
Busco alivio con afán.
Amparada ya en tu seno,
Puede el alma respirar;
El reposo que prometes
Siempre da segura paz.
¡Oh!, cuán dulce en mis oídos
Fue tu acento celestial;
«Ven a mí, ven, que el descanso
Sólo en mí podrás hallar. »